Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tú propia prudencia. (Proverbios 3:5).
Cuando hablamos de la fe debemos tener siempre presente una distinción.
Hay una clase de creencia enteramente distinta de la fe.
La existencia y el poder de Dios, la verdad de su Palabra, son hechos que aun Satanás y sus huestes no pueden negar de corazón.
La Biblia dice que "los demonios creen, y tiemblan" (Santiago 2:19), pero ésta no es fe.
Donde no sólo hay una creencia en la Palabra de Dios, sino una sumisión de la voluntad a Él; donde se le da a Él el corazón y los afectos se fijan en El, allí hay fe, fe que obra por el amor y purifica el alma.
Mediante esta fe, el corazón se renueva conforme a la imagen de Dios.
Y el corazón que en su estado carnal no se sujetaba a la ley de Dios ni tampoco podía, se deleita después en sus santos preceptos, diciendo con el salmista: " ¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación" (Salmo 119:97).
Y la justicia de la ley se cumple en nosotros, los que no andamos "conforme a la carne, sino conforme al Espíritu" (Romanos 8:1).
Hay quienes han conocido el amor perdonador de Cristo y desean realmente ser hijos de Dios; sin embargo, reconocen que su carácter es imperfecto y su vida defectuosa, y están propensos a dudar de que sus corazones hayan sido regenerados por el Espíritu Santo.
A los tales quiero decirles que no se abandonen a la desesperación.
Tenemos a menudo que postrarnos y llorar a los pies de Jesús por causa de nuestras culpas y errores; pero no debemos desanimarnos.
Aun si somos vencidos por el enemigo, no somos arrojados, ni abandonados, ni rechazados por Dios. No; Cristo está a la diestra de Dios e intercede por nosotros.
Dice el discípulo amado: "Estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo" (1Juan 2:1).
Y no olviden las palabras de Cristo: " Pues el Padre mismo os ama" (Juan 16:27).
Él quiere que se reconcilien con El, quiere ver su pureza y santidad reflejadas en ustedes.
Y si tan sólo quieren entregarse a Él, el que comenzó en ustedes la buena obra la perfeccionará hasta el día de Jesucristo. Oren con más fervor; crean más plenamente...
Mientras menos cosas dignas de estima veamos en nosotros, más encontraremos que estimar en la pureza y santidad infinitas de nuestro Salvador.
Una idea de nuestra pecaminosidad nos puede guiar a Aquel que nos puede perdonar; y cuando, comprendiendo nuestra impotencia, nos esforcemos en seguir a Cristo, Él se nos revelará con poder.
Cuanto más nos guíe la necesidad a Él y a la
Palabra de Dios, tanto más elevada visión tendremos de su carácter y más
plenamente reflejaremos su imagen.
El camino a Cristo, págs. 63-65. RJ115/EGW/MHP 116
AUDIO. https://www.youtube.com/watch?v=DtUJVUusSRU&list=PLtrFh-HO7ogCEh9XT9hiYgr7lRPj0RMz1&index=19&pp=sAQB
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