Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras. (Hebreos 10:24).
El peregrino
cristiano no es abandonado para que camine en la oscuridad. Jesús lo conduce. Los que lo siguen caminan en el resplandor de su
presencia. El sendero que
transita es claro y bien
definido.
La justicia de Cristo lo precede, la justicia que hace posible las buenas obras que caracterizan la vida de cada verdadero cristiano. Dios es su retaguardia. Camina en la luz como Cristo está en luz.
Al avanzar en el viaje cristiano combina la fe con esfuerzos fervorosos para ganar a otros para que lo acompañen.
Constantemente recibe la luz de la presencia de Cristo, constantemente refleja esta luz sobre otros en palabras de ánimo y actos de negación propia. Lleva la señal de la obediencia a la ley de Dios, que lo distingue de los que no siguen el sendero que conduce a la vida eterna...
El que camina en la luz... presta atención a la advertencia del apóstol de estimular a sus compañeros de peregrinación al amor y a las buenas obras.
Los que tienen una cuidadosa consideración por las necesidades de los demás, los que hablan palabras de bondadosa simpatía, los que prestan una reflexiva ayuda a los otros para ayudarles en su obra, estimulan no sólo a sus compañeros, sino también así mismos, porque así llegan a ser obreros junto con Dios...
Preparemos sendas rectas, para que el cojo, no se salga del camino. Nadie siga un sendero tortuoso que otro haya hecho; pues de ese modo no sólo se perdería él, sino que mostraría ese camino más claramente a otro para que lo siga... Decida que en cuanto a sí mismo, usted andará en el camino de la obediencia.
Sepa con certeza que está bajo el amplio escudo de la omnipotencia. Comprenda que las características de Jehová deben ser reveladas en su vida, y que en usted debe realizarse una obra que moldeará su carácter a la semejanza divina. Entréguese a la conducción de quien es la Cabeza de todos...
Hable de la luz;
camine en la luz. "Dios es luz, y no hay ningunas
tinieblas en él" (1Juan 1:5). No busque agradarse a
sí mismo.
Pierda de vista el yo, y contemple las multitudes que perecen en sus pecados. Ármese del valor que sólo puede venir de la Luz del mundo.
Olvidándose del yo, ayude a los muchos que están a su alcance en derredor de usted. Hable de fe, y su fe aumentará... Camine de tal manera que su vida refleje los rayos de luz sobre otros.
Confíe en el amor de Jesús, y tendrá gracia para salvar a las almas que perecen. Su senda será como la de los justos, "como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto" (Proverbios 4:18).
Signs of the Times, 3 de junio de 1903. RJ227/EGW/MHP 228
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