Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios. (Hechos 4:31).
Cuando pienso en las ciudades en que tan poca obra se ha hecho, en las que hay tantos miles que deben ser advertidos del pronto regreso del Salvador, siento un intenso deseo de ver a hombres y mujeres que vayan a hacer la obra con el poder del Espíritu, llenos con el amor de Cristo por las almas perdidas.
Los paganos junto a nuestras puertas en las ciudades han sido extrañamente descuidados. Se deberían hacer esfuerzos concertados para salvarlos.
Hemos de trabajar ahora para convertir... a los que viven a la sombra de nuestras puertas. Ha de ponerse un nuevo cántico en sus labios, y ellos han de salir para impartir a otros, que ahora están en oscuridad, la luz del mensaje del tercer ángel.
Todos debemos estar bien despiertos para que, a medida que las puertas se abran, podamos hacer progresar la obra en las grandes ciudades. Estamos muy atrasados en seguir la luz que se nos ha dado de entrar en las ciudades y levantar monumentos para Dios. Paso a paso hemos de guiar a las almas a la luz completa de la verdad.
Muchos están deseando alimento espiritual. Hemos de continuar trabajando hasta que se organice la iglesia y se haya construido una sencilla casa de culto.
Me anima mucho creer que muchas personas que no son de nuestra fe ayudarán considerablemente con sus medios. La luz que se me ha dado indica que en muchos lugares, especialmente en las grandes ciudades... tales personas prestarán su ayuda...
Los que se ocupan en trabajar para el Señor en nuestras ciudades deben avanzar por fe, haciendo lo mejor que puedan. Al velar y obrar y orar, Dios escuchará y contestará sus peticiones.
Obtendrán una valiosa experiencia para su obra posterior. "Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve" (Hebreos 11:1).
Mi mente está profundamente conmovida. En cada ciudad hay obra por hacer. Los obreros han de entrar en nuestras grandes ciudades...
Necesitamos sentir la influencia vivificadora del Espíritu Santo como los discípulos la sintieron el día de Pentecostés.
Acerca de su experiencia en esa ocasión leemos: "Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios. Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común".
El egoísmo había sido expulsado del corazón. 'Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos" (Hechos 4:31-33).
Pacific :Union Recorder, 23 de octubre de 1902. RJ233/EGW/MHP 234
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