Vosotros sois
la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. (Mateo
5:14).
"Vosotros sois la luz
del mundo". Los judíos pensaban
limitar los beneficios de la salvación a su propia nación; pero Cristo les demostró que la salvación es como la luz del sol. Pertenece a todo el
mundo.
La religión de la Biblia no se ha de limitar a lo contenido entre las tapas de un libro, ni entre las paredes de una iglesia. No ha de ser sacada a luz ocasionalmente para nuestro beneficio, y luego guardarse de nuevo cuidadosamente.
Ha de santificar la vida
diaria, manifestarse en toda transacción comercial y en todas nuestras relaciones sociales.
El verdadero carácter no se forma desde el exterior, para revestirse uno con él; irradia desde adentro. Si queremos conducir a otros por la senda de la justicia, los principios de la justicia deben ser engastados en nuestro propio
corazón.
Nuestra profesión de fe puede proclamar la teoría de la religión, pero es nuestra piedad práctica la que pone de relieve la palabra de verdad.
La vida consecuente, la santa conversación, la integridad inquebrantable, el espíritu activo y benévolo, el ejemplo piadoso, tales son los medios por los cuales la luz es comunicada al mundo. DTG 272, 273.
Así como sale el sol en su misión de amor para disipar las sombras de la noche y despertar el mundo, los seguidores de Cristo también han de salir para derramar la luz del
cielo sobre los que se encuentran en las tinieblas del error y el pecado.
En la luz radiante de la mañana se destacaban claramente las aldeas y los
pueblos en los cerros circundantes,
y eran detalles atractivos dé la escena.
Señalándolos, Jesús dijo: "Una ciudad asentada sobre un monte no se puede
esconder" Luego añadió: "Ni se
enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre él candelero, y alumbra a todos los que están en casa" (Mateo
5:14,15).
La mayoría de los oyentes de Cristo eran campesinos o pescadores, en cuyas humildes moradas había un solo cuarto, en el que una sola lámpara, desde su sitio, alumbraba a toda
la casa.
"Así -dijo Jesús- alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los
cielos" (Mateo 5:16).
Nunca ha brillado, ni brillará jamás, otra luz para el hombre caído, fuera de la que procede de Cristo. Jesús, el Salvador, es la única luz que puede disipar las tinieblas de un mundo caído en el pecado. De Cristo está escrito: "En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres"
(Juan 1:4).
Sólo al recibir vida podían sus discípulos hacerse portaluces. La vida de Cristo en el alma y su amor revelado en el carácter los convertirá en la luz del mundo. El discurso maestro de
Jesucristo, pág. 36. RJ280/EGW/MHP 281
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