El
amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es
jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se
irrita, no guarda rencor. (1Corintios 13:4,5).
La
verdad de Dios está destinada a elevar a quien la recibe, a refinar su gusto y
a santificar su juicio. El carácter del cristiano debiera ser santo, sus
Modales agradables, sus palabras sin engaño.
Debiera haber un
esfuerzo continuo para imitar la sociedad a la que pronto espera unirse, la de los ángeles que nunca cayeron en el pecado.
Ningún
hombre puede ser cristiano sin tener el
Espíritu de Cristo; y si tiene
Espíritu de Cristo, lo manifestará en palabras bondadosas y una conducta refinada y cortés...El cambio externo testificará del cambio interno.
La verdad es
santificadora, refinadora. Recibida en el
corazón, actúa con poder
oculto, transformando el
carácter. Pero los que
profesan seguir a
Cristo y al mismo tiempo son
groseros, hirientes y descorteses en palabra y hechos no han aprendido de
Jesús.
Una Persona
jactancioso, altiva y criticona
no es cristiana, porque ser
cristiano es ser como
Cristo.
Muchos que están
buscando la felicidad sufrirán un desengaño porque la buscan fuera de lugar, y se dejan dominar por un temperamento pecaminoso y sentimientos egoístas.
Al Descuidar el cumplimiento de las tareas pequeñas, y la observancia de las
pequeñas cortesías de la vida, violan los principios de los cuales depende la felicidad.
La
Verdadera Felicidad no se encuentra en la gratificación propia, sino en el sendero del deber.
Dios desea que el
hombre sea feliz, y por esto le dio los preceptos de su ley, para que al obedecerlos pueda tener
gozo en el hogar y fuera de
él.
Mientras conserve su
integridad moral, sea fiel a los
principios y controle todos sus
poderes no puede ser desdichado.
Con sus zarcillos aferrados a
Dios, el corazón estará
lleno de paz y gozo, y el alma florecerá en
medio de la incredulidad y la depravación.
Las palabras
bondadosas, la mirada amable y el rostro
alegre forman alrededor del cristiano un aura que hace que su influencia sea casi irresistible.
La
religión de Cristo en el corazón determina que las palabras sean suaves y la
conducta atrayente, aun para los más modestos. En el olvido del yo, en la luz,
la paz y la felicidad que entrega
constantemente a los demás, se ve la verdadera dignidad
del hombre.
Esta es una
forma de ganar el respeto y
extender la esfera de utilidad, que cuesta muy poco; y quien sigue este curso de acción no se queja de que no recibe el honor que merece. Pero las reglas de la Biblia deben ser escritas en el
corazón; los
preceptos bíblicos deben ser
llevados a la vida diaria. Signs
of the Times, 11 de noviembre de 1886. RJ297/EGW/MHP 298
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