Porque raíz de todos los males es el amor al
dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados
de muchos dolores. (1Tim. 6:10).
¡Cuán tiernamente obró el Salvador con aquel que
había de entregarle! En sus enseñanzas, Jesús se espaciaba en los principios de
la benevolencia que herían la misma raíz de la avaricia. Presentó a Judas el
odioso carácter de la codicia, y más de una vez el discípulo se dio cuenta de
que su carácter había sido pintado y su pecado señalado; pero no quería confesar
ni abandonar su iniquidad. Se creía suficiente de por sí mismo, y en vez de
resistir la tentación continuó practicando sus fraudes. . .
Ninguna reprimenda viva por su avaricia le dirigió
Jesús, sino que con paciencia divina soportó a ese hombre que estaba en error,
al par que le daba evidencia de que leía en su corazón como en un libro
abierto. Le presentó los más altos incentivos para hacer lo bueno, y al
rechazar la luz del Cielo, Judas quedaría sin excusa (DTG, págs. 261, 262).
Satanás está jugando el juego de la vida para
apoderarse de cada alma. Sabe que la simpatía práctica es una prueba de la
pureza y de la abnegación del corazón y hará todo esfuerzo posible para cerrar
nuestro corazón a las necesidades ajenas. . . Introducirá muchas cosas para
impedir la impresión del amor y la simpatía.
Así fue como arruinó a Judas. Este se dedicaba
constantemente a hacer planes para beneficiarse a sí mismo.
En esto representa a una gran clase de los que
profesan ser cristianos hoy. Por lo tanto necesitamos estudiar su caso.
Estamos tan cerca de Cristo como él lo estaba. Sin
embargo, si, como sucedió con Judas, la asociación con Cristo no nos hace uno
con él, si no cultiva dentro de nuestro corazón una simpatía sincera hacia
aquellos por quienes Cristo dio su vida, corremos como Judas el peligro de
quedar separados de Cristo. . .
Necesitamos protegernos contra la primera
desviación de la justicia; una transgresión, una negligencia en cuanto a
manifestar el espíritu de Cristo, abren el camino a otra y aún otra, hasta que
la mente queda dominada por los principios del enemigo. Si se cultiva un
espíritu de egoísmo, llega a ser una pasión devoradora que nada sino el poder
de Cristo puede subyugar (Joyas de los Testimonios, tomo 2, págs. 502, 503).
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AUDIO:
https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVtrbL52hGjPNaJMDGwACpWZ
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