Mar. 14: 1-11.
De cierto os digo que
dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se
contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella. (Mar. 14:9).
El don fragante que María había pensado prodigar al cuerpo muerto del Salvador, lo derramó sobre él en vida. En el entierro, su dulzura sólo hubiera llenado la tumba, pero ahora llenó su corazón con la seguridad de su fe y amor. José de Arimatea y Nicodemo no ofrecieron su don de amor a Jesús durante su vida. Con lágrimas amargas, trajeron sus costosas especias para su cuerpo rígido e inconsciente.
Las
mujeres que llevaron sustancias aromáticas a la tumba hallaron que su
diligencia era vana, porque él había resucitado. Pero María, al derramar su
ofrenda sobre el Salvador, mientras él era consciente de su devoción, le ungió
para la sepultura. Y cuando él penetró en las tinieblas de su gran prueba,
llevó consigo el recuerdo de aquel acto, anticipo del amor que le tributarían
para siempre aquellos que redimiera.
Muchos son los que
ofrendan sus dones preciosos a los muertos. . . La ternura, el aprecio y la
devoción son prodigados al que no ve ni oye. Si esas palabras se hubiesen dicho
cuando el espíritu fatigado las necesitaba mucho; cuando el oído podía oír y el
corazón sentir, ¡cuán preciosa habría sido su fragancia! . . .
Cristo le dijo a María
el significado de su acción. . . -dijo él-, "para sepultarme lo ha
hecho". De la manera en que el alabastro fue quebrado y se llenó la casa
entera con su fragancia, así Cristo había de morir, su cuerpo había de ser
quebrantado; pero él había de resucitar de la tumba y la fragancia de su vida
llenaría la tierra. . .
Mirando en lo futuro,
el Salvador habló con certeza concerniente a su Evangelio. Iba a predicarse en
todo el mundo. Y hasta donde el Evangelio se extendiese, el don de María
exhalaría su fragancia y los corazones serían bendecidos por su acción
espontánea. Se levantarían y caerían los reinos; los nombres de los monarcas y
conquistadores serían olvidados; pero la acción de esta mujer sería
inmortalizada en las páginas de la historia sagrada. Hasta que el tiempo no
fuera más, aquel vaso de alabastro contaría la historia del abundante amor de
Dios para con la especie caída (DTG. 514,
515). 307
AUDIO:
https://youtube.com/playlist?list=PLVsLdOIe7sVtrbL52hGjPNaJMDGwACpWZ
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