Porque
partiendo de vosotros ha sido divulgada la palabra del Señor, no sólo en
Macedonia y Acaya, sino que también en todo lugar vuestra fe en Dios se ha
extendido, de modo que nosotros no tenemos necesidad de hablar nada. (1Tesalonicenses
1:8).
La vida de Cristo era de una influencia siempre creciente, sin límites; una influencia que lo ligaba a Dios y a toda la familia humana. Por medio de Cristo, Dios ha investido al hombre de una influencia que le hace imposible vivir para sí.
Estamos individualmente vinculados con nuestros semejantes, somos una parte del gran todo de Dios y nos hallamos bajo obligaciones mutuas.
Ningún hombre puede ser
independiente de sus prójimos, pues el bienestar de cada uno
afecta a los demás. Es el propósito de Dios que cada uno se sienta necesitado para el bienestar de los otros y trate de promover su felicidad.
CADA ALMA está rodeada de una atmósfera propia, De Una Atmósfera que puede
estar cargada del poder vivificante de la fe, el valor y la esperanza, y endulzada por la
fragancia del amor. O puede
ser pesada y fría por la bruma del descontento y el egoísmo, o estar envenenada por la
contaminación fatal de un pecado acariciado.
Toda Persona con la cual nos
relacionamos queda, consciente o inconscientemente, afectada por la atmósfera
que nos rodea.
Es Ésta Una Responsabilidad De La Que No Nos Podemos
Librar. Nuestras palabras, Nuestros Actos, Nuestro Vestido, Nuestra Conducta, hasta la expresión de nuestro rostro, tienen influencia. De la impresión así hecha dependen
resultados para bien o para
mal, que
ningún hombre puede medir.
Cada impulso impartido de ese modo es una semilla sembrada que producirá su cosecha. Es un eslabón de la larga cadena
de los acontecimientos humanos, que se extiende
hasta
no sabemos dónde. Sí por nuestro ejemplo ayudamos a otros a desarrollar buenos principios,
les damos poder para hacer
el bien. Ellos a su vez ejercen la misma influencia sobre otros, y éstos
sobre otros más. De este modo, miles pueden ser bendecidos por nuestra
influencia inconsciente.
Arrojen una piedrecita al lago, y se formará una onda, y otra y otra, y a medida que crecen estas, el círculo se agranda hasta que llega a la costa misma. Lo mismo ocurre con nuestra influencia. Más allí del alcance de nuestro conocimiento o dominio, obra en otra como una bendición...
El Testimonio Silencioso de una vida sincera, abnegada y
piadosa, tiene una influencia casi irresistible. Al Revelar en nuestra propia vida el
carácter de Cristo, Cooperamos con El en la obra de salvar almas. Solamente revelando en nuestra vida su carácter, podemos Cooperar con El. Y cuanto más amplia es la esfera de nuestra influencia, mayor bien podemos
hacer. Palabras de
vida del gran Maestro, pág. 274, 275. RJ 254/EGW/MHP 255.
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