Hay
quienes reparten, y les es añadido más; Y hay quienes retienen más de lo que es
justo, pero vienen a pobreza. El alma generosa será prosperada; Y el que
saciare, él también será saciado. (Proverbios 11:24,25).
Muchos compadecen la suerte del Israel de Dios al ser obligados a dar sistemáticamente, además de sus ofrendas liberales cada año.
Un Dios sabio sabía mejor qué
sistema de benevolencia estaría de
acuerdo con su providencia, y ha dado
indicaciones a su pueblo con respecto a él.
Siempre
ha demostrado que nueve décimos valen más para ellos que diez decimos.
Los que han pensado
aumentar sus ganancias reteniendo
dinero de Dios, o llevándole una
ofrenda inferior -la perniquebrada, la ciega o la enferma- siempre han sufrido una pérdida.
La providencia, aunque invisible, siempre
actúa en
los asuntos del hombre. La mano de Dios puede prosperar o empobrecer, y
frecuentemente empobrece
a algunos mientras parece hacer prosperar a otros.
Esto
es para probar al hombre y revelar lo que hay en su corazón. Permite que la mala fortuna alcance a un hermano mientras da prosperidad a
otros para
ver si aquellos a quienes favorece tienen el temor de Dios delante
de sus ojos y
realizarán, las que les ha ordenado en su Palabra, de amar a sus prójimos como
a sí mismos, y ayudar a
su hermano más pobre por amor a hacer el bien.
Dios Diseñó Los Actos De
Generosidad y benevolencia para mantener los corazones de los
hijos de los hombres llenos de ternura y simpatía, Y
Para Estimular
En Ellos un interés y afecto mutuo a semejanza de los del Maestro, quien por nosotros se hizo pobre, para que por su pobreza fuéramos enriquecidos.
La ley del
diezmo fue establecida sobre un principio duradero, y fue destinada a ser una bendición para el hombre.
El
Sistema De La Benevolencia Fue Provisto Para Evitar El Gran Mal De La Codicia. Testimonies, t. 3, págs. 546, 547.
Los pequeños
torrentes de caridad siempre deben mantenerse fluyendo a la tesorería. La providencia de Dios está mucho
más allá que nuestra
liberalidad y marcha mucho más rápidamente. -El ministerio de la
bondad, pág. 282.
Cuando la gracia
de Cristo se exprese en las palabras y obras de los creyentes, la luz brillará hacia los que están en tinieblas, pues mientras los labios pronuncien la alabanza de Dios, la mano se extenderá para ayudar a
los que perecen.
Leemos que en el
día de Pentecostés, cuando descendió
el Espíritu Santo sobre los discípulos, nadie dijo que algo de lo que poseía era suyo. Todo lo que tenían fue entregado para el adelanto de una reforma admirable. Y millares se
convirtieron en un día.
Cuando el mismo
espíritu actúe en los
creyentes de hoy y devuelvan a
Dios lo que es suyo con la misma liberalidad, se realizará una amplia obra muy abarcante. Ibíd., pág. 285. RJ262/EGW/MHP 263
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