En
lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al
Señor. (Romanos 12:11).
El talento del tiempo
es precioso. Cada día nos es dado
en depósito y Dios nos llamará
para rendir cuenta de nuestro uso de él.
Ha de ser usado para la
gloria de Dios, y si queremos prolongar
nuestras vidas, si queremos obtener la
vida que se mide con la vida de Dios, debemos dar a la
mente alimento puro. No se ha de
desperdiciar el tiempo que podría ser usado para una buena causa.
Jesús es nuestra
piedra de toque espiritual. Él revela al
Padre. No se ha de dar como alimento al cerebro nada que presente a la mente algo que empañe u obnubile la Palabra de Dios. No se ha de mostrar una
descuidada despreocupación acerca del
cultivo del terreno del corazón.
Manuscrito 15, de 1898.
Del
debido aprovechamiento de nuestro tiempo depende nuestro éxito en
la adquisición de conocimiento y cultura mental.
El
cultivo del intelecto no ha de ser impedido por la pobreza, el origen humilde o las condiciones desfavorables.
Pero asesórense
los momentos. Unos pocos momentos
aquí y unos pocos allí, que
podrían desperdiciarse en charlas sin objeto; las horas de la mañana tan a menudo
desperdiciadas en la cama; el tiempo que
pasamos viajando en (los buses) o el tren, o esperando en la
estación; los momentos
que pasamos en espera de la comida, o de quienes llegan tarde a una
cita; si se tuviera un libro en la mano y se
aprovecharan estos fragmentos de tiempo en estudiar, leer o en pensar cuidadosamente,
¡Cuánto podría
realizarse!
Un
propósito resuelto, un trabajo persistente y la cuidadosa economía del tiempo capacitarán a los hombres para adquirir los conocimientos y la disciplina que los calificarán para
casi cualquier posición de influencia y utilidad.
Es deber de todo
cristiano adquirir hábitos de orden, minuciosidad y prontitud... Decidan cuánto tiempo se requiere para hacer una tarea determinada, y entonces dedíquese todo esfuerzo a terminar el trabajo en ese tiempo. El ejercicio de la
voluntad hará más diestras
las manos. PVGM 278,279.
Malgastar el tiempo y
despreciar nuestra inteligencia resulta pecaminoso. Perdemos todo momento que dedicamos a nuestros intereses egoístas.
Si supiéramos apreciar
cada momento y dedicarlo a cosas
buenas, tendríamos tiempo para
hacer todo lo que necesitamos hacer para nosotros
mismos o para los demás. Al desembolsar
dinero, al hacer uso del tiempo, de las fuerzas y oportunidades, mire todo cristiano a Dios y pídale que lo
dirija. El ministerio de
curación, pág. 159.
Dios concede a los
hombres el don del tiempo con el
propósito de que lo glorifiquen. Consejos para los maestros, págs. 338, 339. RJ278/EGW/MHP
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