Que
a nadie difamen, que no sean pendencieros, sino amables, mostrando toda
mansedumbre para con todos los hombres. (Tito 3:2).
¡Cuántos obreros
útiles y honrados en la causa de Dios recibieron su
preparación en medio de los humildes deberes de las más modestas posiciones en la vida!
Moisés estaba destinado al trono de Egipto, pero Dios no podía sacarlo de
la corte del rey para hacer la obra que le tenía reservada.
Únicamente cuando hubo
pasado cuarenta años como pastor fiel fue enviado para librar a su pueblo.
Gedeón fue tomado de la era para
ser instrumento en las manos de Dios para librar a los ejércitos de Israel.
Eliseo fue llamado
a abandonar el arado y cumplir
la orden de Dios. Amós era
labrador, cultivador del suelo, cuando Dios le dio un mensaje que proclamar.
Todos los que
lleguen a ser colaboradores de Cristo tendrán que hacer mucho trabajo duro y
desagradable, y sus lecciones de instrucción deben ser elegidas sabiamente, y adaptadas a sus peculiaridades de carácter y a la obra que han de ejecutar.
El Señor me ha
mostrado, de muchas
maneras y en diversas ocasiones, cuán cuidadosamente debemos
obrar con los jóvenes que se
requiere el discernimiento más sutil para tratar con las mentes.
Todo aquel que tenga
algo que ver con la educación
y preparación de los jóvenes, necesita vivir muy
cerca del gran Maestro, para participar de su
Espíritu y manera de trabajar.
Tiene que dar lecciones
que afecten el carácter y la obra de toda la vida de aquellos a quienes instruye.
Debe enseñarles que el
Evangelio de Cristo no tolera ningún
espíritu de casta, que no da lugar a juicios
desfavorables acerca de los demás, lo cual tiende directamente al engreimiento.
La
religión de Jesús no degrada nunca al que la recibe, ni lo hace grosero y tosco; tampoco
lo hace cruel en pensamientos y sentimientos hacia aquellos por quienes murió Cristo...
Algunos corren
el peligro de dar suma importancia a las cosas
externas, de estimar en demasía el valor de los
convencionalismos...
Cualquier
cosa que estimule la crítica maligna o la disposición a notar y exponer todo
defecto o error, es mala. Fomenta la desconfianza y la sospecha, las cuales son contrarias al carácter de Cristo, y perjudiciales para la mente que las alberga. Los que se dedican a esta obra, se
apartan gradualmente del verdadero espíritu del cristianismo.
La educación más esencial y duradera es la que desarrolla las cualidades más nobles, que estimula un espíritu de bondad universal, induciendo a los jóvenes a no pensar mal de nadie, para no juzgar e interpretar mal los motivos, las palabras y acciones. El tiempo dedicado a esta clase de instrucción producirá fruto para vida eterna.
Obreros evangélicos, págs. 347-349. RJ268/EGW/MHP
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