martes, 26 de septiembre de 2023

26. “NO HABLEMOS MAL DE NADIE” (IX. REFLEJEMOS A JESÚS PARA SU SEGUNDA VENIDA) EGW.

¡Ay del mundo por los tropiezos! porque es necesario que vengan los tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo! (Mateo 18:7).

Las palabras de reproche reaccionan contra nuestra propia alma. El adiestramiento de la lengua debiera comenzar con nuestra propia personalidad. No hablemos mal de nadie.

"Por tanto, si tu mano o tu pie te es ocasión de caer, córtalo y échalo de ti; mejor te es entrar en la vida cojo o manco, que teniendo dos manos o dos pies ser echado en el fuego eterno" (Mateo 18:8).

Puede haber ciertas cosas equivocadas que apreciamos tanto como apreciamos un pie o una mano. Estas cosas han de ser sacadas de nosotros para siempre. Nunca sean nuestras ideas peculiares, no santificadas, impuestas sobre los demás...

Hay una gran obra que ha de hacerse entre los miembros de iglesia. Muchos que no son llamados a entrar en el ministerio público pueden hacer mucho bien en su iglesia local, al hablar sabiamente con sus labios.

El talento del habla debiera ser usado para glorificar a Dios. Demasiado a menudo es usado para transmitir malos informes.

Esto agravia al Espíritu Santo. Recordemos que tenemos un Salvador que nos ha ofrecido acercarnos a Él con todas nuestras cargas. Él nos dará paz de mente, y también conciliará lo que nos parece tan lleno de enmarañadas dificultades. "Venid a mí ruega, todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar" (Mateo 11:28).

Quienes se han deleitado en palabras de queja y crítica... han de comprometerse, de aquí en adelante, que con la ayuda del Señor no hablarán mal de sus hermanos y hermanas, sino que entregarán todo a Dios en oración, y seguirán la instrucción que Él ha dado acerca de señalar las equivocaciones en nuestros compañeros.

En su conducta diaria, cada miembro de iglesia puede ser tan ejemplar, tan prudente y cuidadoso en el hablar, tan bondadoso y compasivo, que todos sabrán que teme y ama a Dios. Tal hombre tendrá una influencia para el bien por sobre todos sus asociados.

Somos falibles, y hemos errado muchas veces. Volvamos al Señor con arrepentimiento y confesión.

Cuando nos reunamos para celebrar los ritos de la Cena del Señor, transformemos cada mal en bien, hasta donde esté en nuestro poder.

Cuando se arrodille delante de un hermano para lavar sus pies, pregúntese a sí mismo:" ¿Tengo algo en mi corazón que me separe de este hermano?" "¿He dicho o hecho algo que nos aparte?"

Si es así, llévelo aparte y confiésele de corazón su pecado. Así un corazón será cementado al otro, y la bendición de Dios será manifestada. 

Manuscrito 102, de 1904. RJ275/EGW/MHP 276

AUDIO. https://www.youtube.com/watch?v=C--OBx7xij8&list=PLtrFh-HO7ogB0b9ZH0YMA5EYtDsepZwEC&index=26&pp=gAQBiAQBsAQB


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