Alabaré
yo el nombre de Dios con cántico, lo exaltaré con alabanza (Salmo 69:30).
La voz es un
órgano maravilloso. Es una
maravillosa bendición. Usémosla plenamente
en favor de Cristo, y no alabemos al diablo
con quejas por lo dificultoso del camino
al cielo.
Demos al mundo un
ejemplo viviente de la belleza que hay en la religión y en Jesucristo por medio de las ofrendas que presentamos ante Dios, y
hablando de su bondad y de su poder.
Si usted siente la
disposición a murmurar, déjela morir antes de
darle expresión. Discipline su voz y
lengua, y entonces, cuando
abra los ojos por la mañana, sea su primer
pensamiento: "Agradezco al Señor; Él me ha cuidado durante la noche. Te agradezco,
Jesucristo, por la paz que hay en mi corazón", y de mañana, al
mediodía y de noche tenga una
ofrenda de gratitud. Subirá
delante de Dios como un dulce perfume.
Y Jesús dijo que nos
daría el Consolador. ¿Qué es el
Consolador? Es el Espíritu
Santo. ¿Qué es el
Espíritu Santo? Es el
representante de Jesucristo, es nuestro abogado que
permanece de nuestro lado y presenta nuestras
peticiones delante del Padre con la fragancia de sus
méritos. Allí acepta la petición del santo más humilde. Él no le pregunta cuánto
dinero tiene, o cuán cargado de
propiedades está, Sino que el más humilde puede traer su petición a Dios, Y Su Ofrenda de agradecimiento es perfumada con las riquezas de su gracia, Y El Padre la acepta como su ofrenda, Y La Bendición viene a usted, gracia sobre gracia.
A medida que usted ofrece sus ofrendas de agradecimiento, Dios es glorificado, y le da
más. A medida que usted
rebosa de agradecimiento, Él le da más
gozo. Aprendemos a alabar a
Dios, de quien provienen todas las
bendiciones.
¿No
comenzaremos aquí, hoy, a dar vuelta la página y a olvidar nuestras murmuraciones, quejas y
críticas y a dominar la
lengua para decir palabras corteses, y palabras
amantes, y palabras de simpatía, y a expresar tierna
bondad por cada uno de sus hijos?
Exhibamos a
Cristo formado en el interior, la esperanza de gloria, por el fruto que llevamos, y así podremos manifestar al mundo a un Salvador viviente... Él se levanta. Quiebra los hierros
de la tumba. Triunfante se regocija en la tumba nueva de José. "Yo soy la resurrección y la vida" (Juan
11:25). Gloria a Dios. Lo alabo, la
resurrección de la vida.
Usted tiene... un Salvador viviente. Entonces, fijen sus impotentes almas a Jesucristo. Permanezcan en la vid y lleven fruto para su gloria, y el gozo de El estará en ustedes y el gozo de ustedes será cumplido... Que el Espíritu Santo de Dios impresione los corazones, y que el carácter revele el amor de Jesucristo, puesto que ustedes son sus representantes.
Manuscrito 43, de 1894. RJ277/EGW/MHP 278
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