Dios ha entregado en vuestras manos a Oreb
y a Zeeb, príncipes de Madián; ¿y qué he podido yo hacer comparado
con vosotros? Entonces el enojo de ellos contra él se aplacó, luego que
él habló esta palabra. (Jueces 8:3).
Al
volver Gedeón de perseguir a los enemigos de la nación, hubo
de arrostrar las censuras y acusaciones de sus conciudadanos.
Cuando
convocó a los hombres de Israel contra los madianitas, la tribu de Efraín se
quedó atrás. Consideraban
este esfuerzo como una empresa peligrosa; y como Gedeón no
les mandó un llamamiento especial, se valieron de esta
excusa para no unirse a sus hermanos. Pero cuando
recibieron noticias del triunfo de Israel, los hijos de Efraín
sintieron envidia porque no
habían tenido parte
en él.
Después de la
derrota de los madianitas, los hombres de
Efraín habían ocupado los vados
del Jordán, por orden de
Gedeón, e impedido así que
escaparan los fugitivos. Esto permitió
dar muerte a muchos
enemigos, y entre ellos a los
dos príncipes Oreb y Zeeb.
En esta forma los hombres
de Efraín prolongaron la
batalla y ayudaron a completar la victoria. Sin embargo, se llenaron de celos y enojo, como si
Gedeón se hubiese guiado por su propia voluntad y juicio. No podían discernir la mano de Dios en el triunfo de Israel ni apreciar el poder y la
misericordia de Él en su liberación...
Al regresar con
los trofeos de la victoria, dirigieron este airado reproche a Gedeón: …los hombres
de Efraín le dijeron: ¿Qué es esto
que has hecho con nosotros, no llamándonos cuando ibas a la guerra contra
Madián? Y le reconvinieron fuertemente. A los cuales él respondió: ¿Qué he
hecho yo ahora comparado con vosotros? ¿No es el rebusco de Efraín mejor que la
vendimia de Abiezer? Dios ha
entregado en vuestras
manos a Oreb y a Zeeb, príncipes de Madián; ¿y qué he podido
yo hacer comparado con vosotros?
Entonces el enojo de ellos contra él se aplacó, luego que él habló esta
palabra. (Jueces
8:1-3).
Los
celos podrían
muy bien haberse exacerbado en
riña que
habría causado
conflicto y derramamiento de sangre; pero la contestación modesta de Gedeón aplacó el enojo de los hombres de
Efraín, que regresaron en paz a sus hogares.
Aunque
firme e
intransigente
cuando se trataba de los principios, y "varón esforzado en la
guerra", Gedeón manifestó
un espíritu de cortesía que no se ve a menudo.
En su gratitud porque lo
había librado de los madianitas, el pueblo de Israel propuso a Gedeón que se hiciera rey, y que el trono quedara
asegurado para sus descendientes.
Esta propuesta era una
violación categórica de los principios teocráticos. Dios era rey de Israel, y poner a
un hombre en el trono sería rechazar a su
Soberano divino.
Gedeón reconocía este hecho; y su contestación demuestra cuán fieles y nobles eran sus móviles. Declaró: "No seré señor sobre vosotros, ni mi hijo os señoreará: Jehová señoreará sobre vosotros" (Jueces 8:23).
Patriarcas
y profetas, págs. 596, 597. RJ323/EGW/MHP 324
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