Y vino una viuda pobre, y echó dos blancas, o sea un cuadrante. Entonces llamando a sus discípulos, les dijo: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca; porque todos han echado de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento. (Marcos 12:42-44).
Según las leyes
de Dios que rigen en la naturaleza, el efecto sigue a la causa con
invariable seguridad. La siega es un testimonio de la siembra.
Aquí no hay
simulación posible. Los hombres pueden engañar a sus semejantes y recibir alabanza y compensación por un servicio que no han prestado.
Pero
En La Naturaleza No Puede Haber Engaño. La cosecha dicta sentencia de condenación para el agricultor infiel. Y
en su sentido
superior, esto se aplica también al
campo de
lo espiritual.
El mal triunfa
aparentemente, pero no en
realidad. El niño que por jugar falta a
clase, el joven perezoso para
estudiar, el empleado o aprendiz que no cuida los intereses de su patrón, el hombre que en cualquier negocio o profesión es infiel a sus responsabilidades más
elevadas, puede
jactarse de que mientras la falta
permanezca oculta obtiene
ciertas ventajas. Pero no es así; se engaña a sí mismo. El carácter es la cosecha de la vida, y determina el destino tanto para
esta vida como para la
venidera.
La cosecha es la
reproducción de la semilla sembrada. Toda semilla da fruto "según su género". Lo mismo ocurre con los
rasgos de carácter que fomentamos.
El egoísmo, el
amor propio, el
engreimiento, la propia
complacencia, se reproducen, y el final es
desgracia y ruina... El amor, la
simpatía y la bondad dan fruto de
bendición, una cosecha
imperecedera.
En la cosecha, la semilla
se multiplica. Un solo grano de
trigo, multiplicado por repetidas
siembras, cubriría un inmenso terreno de gavillas doradas. La misma extensión puede tener la influencia de una sola
vida, y hasta de una sola
acción.
¡Qué actos
de amor ha inspirado, a través de los siglos, el recuerdo del vaso de alabastro roto
para ungir a Cristo! ¡Cuántas
ofrendas ha ganado para la causa del Salvador la contribución de "dos blancas, o sea un
cuadrante" (Marcos 12:42), hecha por una
pobre viuda anónima!...
"El que
siembra generosamente, generosamente también segará" (2
Cor. 9:6). Al esparcir la semilla,
el sembrador la multiplica. Del mismo modo, al
compartir con otros, aumentamos nuestras bendiciones.
La promesa de
Dios asegura abundancia, para que podamos seguir
dando. Más aún: al impartir bendiciones
en esta vida, la gratitud del que las
recibe prepara el corazón para
recibir la verdad espiritual y se produce una cosecha
para vida eterna. -La educación.
págs. 108-110. RJ333/EGW/MHP 334
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