En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado. (Mateo 3:1,2).
Dios Fue El
Maestro De Juan El Bautista durante su vida en el
desierto. Estudió las manifestaciones de Dios en la
naturaleza. Bajo la conducción del Espíritu divino estudió los rollos de los profetas.
Durante el
día y la noche Cristo fue el
objeto de su estudio y de su
meditación, hasta que su mente, su corazón y su espíritu fueron llenos de la visión gloriosa.
Contempló
al Rey en
su hermosura y perdió de vista el yo. Al
admirar la majestad de la santidad supo que él era ineficaz e
indigno.
Pero debía
comunicar el mensaje de Dios. Debía permanecer por el poder de
Dios y su justicia. Estaba dispuesto a salir como mensajero del cielo, sin ningún temor por los hombres, porque había contemplado a la Divinidad. Podía estar sin miedo en la presencia de los monarcas terrenos, porque se había inclinado ante el Rey de reyes.
Juan
pronunció su mensaje sin argumentos elaborados ni teorías intrincadas. Su voz, alarmante y firme, pero llena de esperanza, se escuchó desde el desierto: "Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado".
Conmovía al pueblo con un nuevo y extraño
poder. Toda la nación estaba
agitada. Multitudes se
trasladaban al desierto.
Humildes
campesinos y pescadores de los alrededores; soldados romanos de los cuarteles de Herodes; capitanes con sus espadas en la cintura, listos para reprimir todo lo que pudiera tener olor a rebelión, avaros recolectores de impuestos que dejaban
sus casillas de peaje, y sacerdotes miembros del Sanedrín, con
sus vestidos adornados de filacterias -todos escuchaban
fascinados; aun el
fariseo y el saduceo, el frío e inmutable burlador, se
marchaban con su burla silenciada y con su
corazón herido por el sentido de sus
propios pecados. Herodes escuchó el mensaje
en su palacio, y el gobernador orgulloso y endurecido por el
pecado tembló ante el llamado
al arrepentimiento.
En
Este Tiempo, Justo
Antes De La Segunda Venida De Cristo en las nubes del cielo,
debe realizarse una
labor semejante a la de Juan.
Dios llama a los
hombres que prepararán a un pueblo
para estar firme en el gran día del
Señor... Como pueblo... tenemos un mensaje
que llevar: "Prepárate para venir
al encuentro de tu Dios" (Amós 4:12).
Nuestro Mensaje debe ser
tan directo como lo fue el mensaje
de Juan. El Reprochó La
Iniquidad de los reyes. Y aunque su vida
estuvo en peligro, no vaciló en
comunicar la Palabra de Dios. Así de fiel debe
ser nuestra obra en este tiempo.
Para dar un
mensaje como el de Juan, debemos tener una
experiencia espiritual semejante a la
suya. La misma obra debe producirse
en nosotros.
Hemos de contemplar a Dios, y al hacerlo, perder de vista el yo. Juan compartía en su naturaleza las faltas y las flaquezas de la humanidad, pero el toque del amor divino lo había transformado.
Testimonies,
t. 8, págs. 331-333. RJ331/EGW/MHP 332
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