Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. (Juan 17:18).
Es
el propósito de Dios manifestar por su pueblo los principios de su reino. A
fin de que en su vida y carácter se revelen estos
principios.
El desea
separarlos de las costumbres, hábitos y
prácticas del mundo. Procura acercarlos más a sí, a fin de hacerles conocer su voluntad.
Su propósito hacia su
pueblo de hoy es el mismo que tuvo
para con Israel cuando lo sacó de
Egipto. Contemplando la bondad,
la misericordia y el amor de
Dios revelados en su iglesia, el mundo ha de
tener una representación de su carácter.
Cuando la ley de
Dios quede así ejemplificada en la vida, el mundo mismo reconocerá la superioridad de los que aman, temen y sirven a Dios, con
respecto a cualquier otro pueblo del
mundo.
Los
Adventistas Del Séptimo Día, por sobre todos los pueblos, deben
ser modelos de piedad, santos en su corazón y conversación.
A ellos han
sido confiadas las verdades más
solemnes que se hayan dado
alguna vez a los mortales. Toda dotación de gracia, poder y
eficiencia ha sido
provista liberalmente.
Ellos
esperan el pronto regreso de Cristo en las nubes de los cielos. El
que den al mundo la impresión de que su fe no es una fuerza dominante en sus vidas, deshonra
grandemente al Señor.
Debido al
creciente poder de las
tentaciones de Satanás. Los tiempos en los cuales vivimos están llenos de peligros para los
hijos de Dios, y necesitamos
aprender constantemente del gran Maestro, a fin de que podamos dar todo paso con seguridad y justicia.
Nos Esperan Escenas
Maravillosas; y en este tiempo debe
manifestarse en la vida del profeso
pueblo de Dios un testimonio vivo, a fin de que el mundo pueda ver que en estos tiempos en que el mal reina por todos lados, hay todavía un pueblo que pone a un lado su voluntad y procura hacer la de Dios, un pueblo en cuyo corazón y vida está escrita la ley divina.
Dios
espera de los que llevan el nombre de Cristo, que lo representen. Sus pensamientos han de ser
puros, sus palabras nobles y
elevadoras. La
religión de Cristo se ha de entretejer con todo lo que
hagan y digan.
Han
de ser un pueblo santificado, purificado, santo, que comunique la luz a todos aquellos con
quienes lleguen a tratar. Es propósito de Dios que, ejemplificando
la verdad en sus vidas, sean una alabanza en la tierra.
La Gracia De
Cristo Basta para producir esto. Pero recuerde el pueblo
de Dios: Únicamente en la
medida en que crea y ponga por obra los
principios del Evangelio podrá cumplir su propósito.
Únicamente en la medida en que entregue al servicio de Dios las capacidades que Él le ha dado, Gozará De La Plenitud Y Del Poder De La Promesa en la cual la iglesia ha sido invitada a confiar.
Consejos
para los maestros, págs. 305, 306. RJ340/EGW/MHP 341
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