Y
dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de
Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré. (Génesis
22:2).
El
Señor consideró conveniente probar la fe del patriarca por medio de una prueba tremenda. Si hubiera
soportado la primera prueba y hubiera
aguardado con paciencia que la
promesa se cumpliera en Sara, y no hubiera tomado a Agar por esposa, no habría sido sometido a la
prueba más dura que haya
experimentado hombre alguno. El
Señor le ordenó: "Toma ahora tu hijo... a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto"...
Abrahán no fue
incrédulo ni vacilante; por el
contrario, muy temprano, de mañana, tomó a dos de sus siervos y a Isaac, su hijo, junto con la leña para el holocausto, y se fue en dirección al lugar del cual el Señor le había hablado...
El Patriarca no
permitió que el amor
paternal lo dominara y lo indujera a rebelarse contra Dios. El mandamiento del Señor había sido calculado para
sacudirlo profundamente. "Toma ahora tu hijo". Y entonces, como para probar un poco más su corazón, añadió: "Tu único, Isaac,
a quien amas"; es decir, al
único hijo de la promesa, "y...
ofrécelo allí en holocausto".
Durante tres
días este padre viajó con su hijo
y tuvo suficiente tiempo para pensar y dudar de Dios si se hubiera sentido inclinado a
ello. Pero no lo hizo…
Abrahán creía
que Isaac era el hijo de la
promesa. También creía que Dios había hablado con claridad cuando
le ordenó que lo
ofreciera en holocausto... Creyó que si
el Señor, que en su
providencia había permitido que Sara tuviera
un hijo en su vejez, le había
pedido que tomara la vida de su hijo... podría... levantar a
Isaac de entre los muertos.
El Patriarca dejó a los
siervos a mitad de camino y se decidió a ir solo
con su hijo para adorar al
Señor un poco más allá... El decidido, amante y sufrido padre avanzó con firmeza al lado de su hijo.
Cuando llegaron al lugar que Dios le
había señalado, levantó un altar allí y puso la leña en orden, lista para el sacrificio, y
entonces informó a Isaac que Dios le había mandado ofrecerlo en holocausto.
Le repitió la
promesa que el Señor le había hecho varias
veces, de que por medio de Isaac, él llegaría a ser una gran nación, y que al cumplir la orden de Dios de quitarle la vida, Dios cumpliría su promesa.
Isaac creyó en
Dios... Después de abrazar
afectuosamente al anciano, se sometió, y
permitió que éste lo atara sobre la leña. Y cuando la mano del padre se levantó
para quitar la vida de su hijo, un ángel de
Dios, que había estado observando toda la fidelidad de Abrahán... lo llamó desde el
cielo y le dijo: "Abraham... No extiendas tu mano sobre el muchacho... porque ya conozco que temes a
Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu
único" (Génesis 22:11,12). La
historia de la redención, págs. 82-85. RJ317/EGW/MHP 318
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