Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás,
¿me amas más que éstos? Le
respondió: Sí, Señor;
tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos. (Juan 21:15).
En el libro de
los Hechos se menciona poco la última parte
del ministerio del apóstol Pedro... A
medida que el número de los creyentes se multiplicaba en Jerusalén y en otros
lugares visitados por los mensajeros de la cruz, los talentos que poseía Pedro resultaron de incalculable valor para
la iglesia primitiva.
La influencia de
su testimonio concerniente a Jesús de Nazaret se difundió ampliamente. Sobre él descansaba una doble
responsabilidad. Daba
un testimonio positivo acerca del Mesías ante los incrédulos, trabajando
fervientemente en favor de su conversión; y al mismo tiempo realizaba una obra
especial en favor de los
creyentes, fortaleciéndolos en la fe de Cristo.
Sólo Después De Haber Sido Inducido A Negarse A Sí Mismo Y A Depender
Plenamente Del Poder Divino, pudo recibir
Pedro su llamamiento para trabajar como subpastor. Cristo le había dicho antes que lo negara: "Y tú, una vez vuelto
[convertido], confirma a tus
hermanos" (Lucas 22:32).
Estas
palabras indicaban la obra amplia y eficaz que este apóstol debía hacer en lo futuro en favor de los que aceptaran la fe.
Su Experiencia
Personal Con El Pecado, El Sufrimiento Y
El Arrepentimiento, lo habían
preparado para esa obra. Sólo después de conocer cuáles eran sus debilidades, pudo reconocer la
necesidad que el creyente tiene de depender de Cristo.
En Medio De
La Tormenta De La Tentación había llegado a comprender que el hombre solamente puede caminar seguro cuando
pierde toda confianza en sí mismo y la deposita en el Salvador...
Cristo mencionó a
Pedro sólo una
condición de servicio: "¿Me amas?" Esa es la calificación esencial... El amor de Cristo no es un sentimiento intermitente, sino un principio viviente, que se manifestará como un poder permanente en el corazón...
La manera en que
el Salvador trató a Pedro contenía una lección para él y sus hermanos. Aunque Pedro había negado a su Señor, el amor que Jesús tenía
por él nunca vaciló.
Y al aceptar el apóstol la
responsabilidad de ministrar la Palabra
a otros, debía reprender al transgresor con paciencia,
simpatía y amor perdonador. Al Recordar su propia
debilidad y fracaso, debía tratar a las
ovejas y los corderos encomendados a su
cuidado con tanta ternura como Cristo
lo había tratado a él...
Siempre exaltó a Jesús de
Nazaret como la esperanza de Israel y el Salvador de la
humanidad. Impuso a su
propia vida la disciplina del Obrero maestro. Por todos los medios a su
alcance procuró educar a los creyentes
para el servicio activo. Los hechos de los apóstoles, págs. 424-426. RJ337/EGW/MHP
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