Y dijo David a Abigail. Bendito sea Jehová Dios de Israel, que te envió
para que hoy me encontrases. Y bendito sea tu razonamiento, y bendita tú, que me has estorbado hoy de ir a derramar sangre, y a
vengarme por mi propia mano. (1Samuel
25:32,33).
La
piedad de Abigail,
como la fragancia de una flor, se manifestó inconscientemente en fe, palabra y acción.
El
Espíritu del Hijo de Dios moraba en ella. Su
corazón estaba
lleno de pureza, de bondad y de amor santificado. Su
modo de hablar,
sazonado con gracia y lleno de bondad y de paz, esparció una influencia celestial.
Mejores
impulsos se
apoderaron de David, y se estremeció cuando pensó en lo que pudieron haber
sido las
consecuencias de su propósito temerario.
Una
familia entera pudo haber sido sacrificada, incluyendo algunas personas tan
preciosas y
temerosas
de Dios como Abigail, quien
estaba ocupada en un bendito ministerio de
bien. Sus palabras sanaron el corazón dolido y apenado de David.
¡Ojalá Hubiera más mujeres que suavicen los sentimientos airados;
que eviten los impulsos temerarios y mitiguen grandes males por medio de
palabras de serena y bien orientada sabiduría!
"Bienaventurados
los pacificadores, porque ellos, serán llamados hijos de Dios" (Mateo 5:9).
Una vida cristiana consagrada siempre
difunde luz, consuelo y paz. Es pureza, tacto, sencillez y servicio. Es controlada por ese amor abnegado que
santifica la influencia. Está llena de
Cristo y por doquiera que el cristiano vaya dejará una huella de luz.
Abigail era
una orientadora y consejera sabia. El arrebato de David murió bajo el poder de la influencia y
del razonamiento de ella. Se
convenció
de que había tomado un camino equivocado y de que había perdido el
control de su
propio espíritu. Recibió
la reprensión
con humildad de corazón... Le agradeció y la bendijo porque
lo había
aconsejado apropiadamente.
Hay muchos que, cuando son reprendidos o aconsejados, piensan que son dignos de alabanza, si reciben el reproche sin mostrarse impacientes. Pero cuán pocos toman el reproche con agradecimiento en sus corazones y bendicen a quienes buscan salvarlos de un mal camino.
Abigail se regocijó de que su misión tuviera éxito, y
porque había
sido un instrumento para salvar de la muerte a toda su casa. También David se alegró porque
el oportuno
consejo de Abigail había evitado que cometiera actos de violencia
y venganza.
Luego
de reflexionar,
se dio cuenta de que lo que estuvo a punto de hacer pudo
haberle ocasionado
el oprobio ante Israel, y
un recuerdo que
siempre le
hubiera causado el más profundo remordimiento. Sintió que tanto él como sus hombres tenían
muchas razones para agradecer...
Cuando David escuchó las noticias de la muerte de Nabal, agradeció a Dios por no haberse vengado con sus propias manos.
Signs of the Times, 26
de octubre de 1888. RJ325/EGW/MHP 326
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