Y
Elías le dijo: Te ruego que te quedes aquí, porque Jehová me ha enviado al
Jordán. Y él dijo: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. Fueron, pues, ambos. (2
Reyes 2:6).
Los primeros años de la existencia del profeta Eliseo transcurrieron en la
quietud de la vida campestre bajo la enseñanza de Dios y la naturaleza, y la
disciplina del trabajo útil.
En una época de
apostasía casi universal, la familia de su padre
se contaba entre los que no
habían doblado la rodilla ante Baal. En ese hogar se honraba a Dios, y la fidelidad al deber era la norma de la vida diaria.
Como hijo de un
rico agricultor, Eliseo había echado mano del trabajo que tenía más cerca. Aunque poseía aptitudes para dirigir a los hombres, se lo instruyó en los deberes comunes de la vida.
A
fin de dirigir sabiamente, debía aprender a obedecer. La fidelidad en las cosas pequeñas lo
preparó para llevar responsabilidades mayores.
Aunque era dócil
y manso, Eliseo poseía también energía y firmeza. Abrigaba el amor y el temor de Dios, y de la
humilde rutina del trabajo diario obtuvo fuerza de
propósito y nobleza de carácter, y creció en la gracia
y el conocimiento divinos.
Mientras
cooperaba con su padre en los trabajos del hogar, aprendía a cooperar con Dios.
Eliseo recibió el llamado profético mientras araba el campo con los criados de
su padre. Cuando Elías, dirigido divinamente en la elección de su sucesor, echó su manto sobre los hombros del joven, Eliseo reconoció y obedeció la orden. "Y fue tras Elías, y le
servía" (1 Reyes 19:21).
No
fue grande el trabajo
que al principio se exigió de Eliseo; las obligaciones comunes seguían constituyendo su
disciplina. Se dice que él vertía agua en las manos de Elías, su
maestro.
Como ayudante personal del profeta, siguió
siendo fiel
en las cosas pequeñas, al par que con un propósito que
se fortalecía
diariamente se consagraba a
la misión
que le había sido asignada por Dios...
Al volverse para
seguir a Elías, el profeta le dijo que regresara a su casa. Debía calcular el
costo, decidir por sí mismo si había de aceptar o rechazar el llamamiento.
Pero Eliseo comprendió
el valor de su oportunidad. Por ninguna ventaja mundanal hubiera dejado pasar la posibilidad de llegar a ser mensajero
de Dios, o hubiese sacrificado
el privilegio de asociarse
con su siervo.
Al transcurrir
el tiempo y estar preparado Elías para la
traslación, también Eliseo estaba listo
para ser su sucesor. Nuevamente fueron
probadas su fe y su resolución.
Mientras
acompañaba a Elías en su gira de servicio... éste en todos los lugares lo invitaba a que se volviera...
Tan pronto como se le
decía que se volviera, respondía: "Vive
Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré"...
La educación que recibió Eliseo durante sus primeros años, bajo la dirección de Dios, lo preparó para esa obra.
La educación, págs. 58-61. RJ 328/EGW/MHP 329
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