Ahora pues, Jehová
Dios mío, tú me has puesto a mí tu siervo por rey en lugar de David mi padre; y yo soy
joven, y no sé cómo entrar ni
salir… Da, pues, a tu siervo corazón
entendido para juzgar a tu pueblo, y para
discernir entre lo bueno y lo
malo; porque ¿quién podrá gobernar
este tu pueblo tan grande? (1 Reyes 3:7,9).
En
los primeros años de la vida de Salomón faltó la disciplina de los primeros años de la vida
de David. En
cuanto a condiciones,
carácter y vida, parecía más favorecido que todos los
demás.
Noble en
juventud y en virilidad, amado por su
Dios, Salomón se
inició en un reinado que prometía gran
prosperidad y honor.
Las
naciones se
maravillaban del conocimiento y la perspicacia del hombre a quien Dios había
dado sabiduría. Pero el orgullo de la prosperidad lo separó de Dios. Salomón se apartó del gozo de la comunión divina para
buscar satisfacción
en los placeres de los sentidos.
El
mismo escribió:
"Engrandecí mis obras, edifiqué para mí casas, planté para mí viñas; me
hice huertos
y jardines... Compré siervos y siervas... Me amontoné también plata y oro, y
tesoros preciados de reyes y de provincias; me
hice de
cantores y cantoras, de los deleites de los hijos de los hombres, y
de toda clase
de instrumentos de música. Y fui
engrandecido y aumentado
más que todos los que fueron
antes de mí en Jerusalén... No negué
a mis ojos ninguna cosa
que desearan, ni aparté
mi corazón de placer alguno, porque
mi corazón gozó de todo
mi trabajo...
Miré
yo luego todas las obras que
habían hecho
mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y
he aquí, todo
era vanidad y aflicción de espíritu, y
sin provecho
debajo del sol. Después
volví yo a mirar
para ver la sabiduría y los desvaríos y la necedad; porque
¿Qué Podrá Hacer El Hombre Que Venga
Después Del Rey? Nada,
sino lo
que ya ha sido hecho...
"Aborrecí, por
tanto, la vida... Asimismo aborrecí todo mi trabajo que
había hecho debajo del sol" (Eclesiastés 2:4-12, 17,18).
Por medio de su amarga experiencia, Salomón conoció la vanidad de una vida
que busca su mayor bien en las cosas terrenales...
En
sus últimos años, Salomón se apartó, cansado y sediento, de las resquebrajadas cisternas
de la tierra, y volvió a beber de la fuente de la vida. Impulsado por el espíritu de la inspiración, escribió
para las generaciones posteriores la historia de sus años malgastados, con sus lecciones de advertencia, y
así, aunque su pueblo cosechó
el mal que él había sembrado, la obra de la vida de Salomón no se perdió
totalmente. Al fin, la disciplina del sufrimiento llevó
a cabo en él su obra.
Pero con
semejante alborear, ¡cuán glorioso hubiera podido ser el día de su vida si
Salomón hubiese aprendido en su juventud la lección que el sufrimiento había
enseñado a otras vidas!
La
educación, págs. 152-154. RJ327/EGW/MHP 328
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