Y cuando Abigail
vio a David, se bajó prontamente del asno, y postrándose
sobre su rostro delante de David, se inclinó a tierra; y se echó a sus pies, y dijo:
Señor mío, sobre mí sea el
pecado; más te ruego que permitas que tu sierva hable a tus oídos, y escucha las palabras de tu sierva. (1 Samuel 25:23,24).
David y sus
hombres... protegían de los... merodeadores los rebaños y las manadas de un hombre muy rico llamado Nabal, que tenía grandes posesiones en el Carmelo... pero que poseía un carácter rudo y mezquino.
Al
estar en este lugar David y sus hombres se
encontraron
en una penosa necesidad de provisiones, y cuando el hijo de Isaí oyó que Nabal estaba trasquilando
sus ovejas
envió a diez jóvenes a quienes les dijo: "Subid a Carmelo e id a
Nabal, y saludadle en mi nombre" (1 Samuel 25:5).
David y sus
hombres habían sido como un muro protector para los pastores de
Nabal mientras cuidaban sus rebaños en las montañas. Y ahora, David cortésmente le pedía al rico varón que lo
socorriera con algo de sus
abundantes provisiones...
"Y Nabal respondió a
los jóvenes enviados por David, y dijo: Quién es
David, y quién es el hijo de Isaí?... ¿He de tomar yo ahora mi pan, mi agua, y la carne que he preparado para mis esquiladores y darla a hombres que no sé de dónde son" (vers. 10,11).
Cuando
los jóvenes regresaron chasqueados, disgustados y con sus manos vacías y
le informaron a
David lo que había ocurrido, éste se indignó profundamente... David ordenó
que sus
hombres se ciñeran las espadas y se aprestaran para una batalla.
Uno de los
siervos de Nabal se apresuró a
comunicar a Abigail, esposa de Nabal... lo que había sucedido. Sin consultar con su esposo, ni comunicarle su intención, Abigail
preparó una abundante cantidad de
provisiones y salió para encontrarse con el ejército de David.
Los encontró en un oculto camino de la montaña. "Y cuando Abigail vio a David, se bajó prontamente... y postrándose
sobre su rostro delante de David, se inclinó a tierra; y se echó a sus pies, y dijo: Señor mío, sobre mí sea el pecado, más te ruego
que permitas que tu sierva hable a tus oídos" (vers. 23, 24).
Abigail se dirigió a David con
mucha reverencia;
como si le hablara a un monarca reinante... Con palabras suaves procuró
calmar la
irritación de David... Demostrando un espíritu abnegado, ella le pidió que le imputara toda
la culpa de lo
ocurrido y que no la cargase sobre su pobre y
engañado esposo.
¡Qué
espíritu notable! Sin
ningún resabio de ostentación ni de orgullo, pero
llena de la
sabiduría y del amor de Dios, Abigail manifestó la fuerza de la devoción
que sentía hacia su esposo.
Cualquiera que fuera la actitud del esposo, aún era su esposo, y expresó claramente al indignado capitán que el trato descortés de Nabal en ningún modo fue premeditado como una afrenta personal.
Signs of the Times. 26 de octubre de 1888. RJ324/EGW/MHP
325
No hay comentarios.:
Publicar un comentario