Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de
hombre, Son las que Dios
ha preparado para los que le aman. (1Corintios 2:9).
Las Almas
Degradadas Y Esclavizadas por Satanás, han de ser redimidas por él Evangelio para participar de la libertad gloriosa de los
hijos de Dios.
El
Propósito De Dios No Es Únicamente Librarnos Del Sufrimiento que es consecuencia inevitable del pecado, sino salvarnos del pecado mismo.
El alma corrompida
y deformada debe ser
limpiada y transformada para ser vestida con la "luz de Jehová nuestro
Dios". Debemos ser "hechos conformes a la imagen de su Hijo".
"Cosas que ojo no
vio, ni oído oyó, ni han
subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los
que le aman" (Salmo 90:17; Romanos 8:29).
Sólo
la eternidad podrá revelar el destino glorioso del hombre en quien se restaure la imagen de Dios. Para que podamos alcanzar este alto ideal, debe
sacrificarse todo lo que causa tropiezo al alma.
Por medio de la
voluntad, el pecado retiene su dominio sobre
nosotros... A menudo nos parece
que entregar la voluntad a
Dios es aceptar una vida contrahecha y coja; pero es mejor, Dice Cristo, que el yo
esté contrahecho, herido y cojo, si por este
medio puede el individuo entrar en la vida. Lo que le parece desastre es la
puerta de entrada al beneficio
supremo.
Dios es la fuente de la vida, y
sólo podemos tener vida cuando estamos en comunión con El. Separados
de Dios, podemos existir por corto tiempo, pero no poseemos la vida... Únicamente cuando entregamos nuestra voluntad a Dios, Él
puede impartirnos vida.
Sólo al recibir su vida por la
entrega del yo es posible, dijo Jesús, que
se venzan estos
pecados ocultos que he señalado. Pueden encerrarlos en el corazón y esconderlos a los ojos humanos, pero ¿cómo comparecerán ustedes ante la presencia de Dios?... Dondequiera que esté el pecado, Dios
es para él un fuego devorador...
Requiere sacrificio entregarnos a Dios, pero es sacrificio de lo inferior por lo superior, de lo terreno por lo espiritual, de lo perecedero por lo eterno.
No desea
Dios que se anule nuestra voluntad, porque solamente mediante su ejercicio podemos hacer lo que Dios quiere.
Debemos entregar
nuestra voluntad a Él para que podamos recibirla
de vuelta purificada y refinada, y tan unida en simpatía
con el Ser divino que Él pueda
derramar por nuestro medio los raudales de su amor
y su poder.
Por amarga y
dolorosa que parezca esta entrega al corazón voluntarioso y extraviado, aun así,
nos dice: "Mejor te es".
Hasta que Jacob no cayó
desvalido y sin fuerzas sobre el
pecho del Ángel del pacto, no conoció la
victoria de la fe vencedora ni recibió el título de
príncipe con Dios. -El discurso
maestro de Jesucristo, págs. 55, 56. RJ369/EGW/MHP 370.
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