Les
ruego, mis hermanos y hermanas, que hagan... de la Navidad una bendición para ustedes y para los demás. El nacimiento de Jesús... fue
celebrado por las huestes celestes.
Los Ángeles de Dios, con la
apariencia de una estrella, condujeron a los
magos en su misión de buscar a Jesús. Vinieron con regalos y
ofrendas valiosas de incienso y mirra, para
rendir tributo al infante Rey predicho en la profecía. Los magos siguieron, con seguridad y con gran gozo, a los brillantes mensajeros.
Los ángeles... aparecieron
a los humildes pastores que en la noche cuidaban los rebaños
en los campos de Belén. Primero les
apareció un ángel vestido con la panoplia
celestial; y fue tal la sorpresa y el terror de los pastores que sólo atinaban a contemplar con indescriptible asombro la maravillosa gloria del
visitante celestial.
El ángel del Señor vino y les dijo: "No
temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor" (Lucas 2:10,11).
Ni bien los
ojos de ellos se acostumbraron a la gloriosa presencia de aquel ángel,
he aquí, ¡toda
la planicie fue iluminada con la deslumbrante gloria de una multitud de ángeles
que pobló los
llanos de Belén!
El ángel calmó
los temores de los pastores antes de que
abrieran sus ojos para contemplar a la hueste celeste, que alababa a Dios y decía: "¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena
voluntad para con los hombres!"
Entonces los
oídos mortales escucharon la melodía del cielo, y el coro celeste regresó al cielo mientras concluía aquel himno memorable.
La luz se
extinguió y las sombras de la noche cayeron de nuevo sobre las colinas y las llanuras de Belén;
pero quedó en los
corazones de los pastores el cuadro más
brillante que ojos mortales hayan visto alguna vez,
y la bendita promesa y certeza del advenimiento del Salvador de los hombres a nuestro mundo, que llenó los corazones de alegría y gozo, mezclados con la fe y el maravilloso amor a Dios. -Review and Herald, 9 de diciembre de 1884.
Los que aman a
Dios debieran sentirse profundamente interesados por los niños y los jóvenes. A ellos, Dios puede revelarles su verdad y salvación. Jesús llama los corderos de su rebaño a los pequeños que creen en El.
El siente un amor e
interés especiales por los niños... La ofrenda más
preciosa que los niños pueden entregar a Jesús es la frescura de su infancia. -Review and Herald, 17 de diciembre de 1889. RJ365/EGW/MHP
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