Y vosotros hermanos, no os canséis de hacer bien. (2Tesalonicenses 3:13).
¿Qué Podemos Decir Para Despertar En Los Que Profesan Ser Seguidores De Cristo La Comprensión De La Solemne Responsabilidad Que
Descansa Sobre Ellos?
¿No Hay Una Voz Capaz De Hacerlos Trabajar Mientras Dure El Día? Nuestro divino
Hacedor dio su vida por un mundo arruinado.
¿Quién negará el yo y hará algún sacrificio para rescatar las almas por las que El murió?
En cada acto de la vida los
cristianos deben representar a Cristo, hacer atractivo el servicio
que le brindan. Ninguno haga repulsiva
la religión mediante quejas y gesticulaciones
y el
relato de sus pruebas, abnegación y sacrificios personales.
No
nieguen su profesión de fe mediante la impaciencia, el mal genio
y el descontento. Permitan que las gracias del Espíritu se
manifiesten en bondad, humildad, paciencia, alegría y
amor. Demuestren que el amor de Cristo es
una motivación
permanente; que
la religión
de ustedes No
Es Un Ropaje que
se pone o se saca de acuerdo con las circunstancias, Sino Que Es Un Principio sereno, constante e invariable.
¡Ay del que
abriga orgullo, incredulidad y egoísmo, que como un cáncer consume la
piedad vital del corazón de muchos
profesos cristianos!...
El
amor a Jesús será visto y sentido. No puede esconderse. Ejerce un poder maravilloso. Hace intrépido al tímido, diligente al perezoso y
sabio al
ignorante.
Hace
elocuente
a la lengua titubeante; despierta al intelecto dormido hacia
una vida nueva y
vigorosa. Da esperanzas al desalentado, y
alegría al
abatido.
El amor a
Cristo
conducirá a su poseedor a aceptar responsabilidades por
amor a Él
y a llevarlas con sus fuerzas. El amor a Cristo no desmayará por la tribulación ni
se apartará del deber
por el vituperio...
La paz de Cristo
es de más valor que todos los tesoros terrenales. Busquemos al Señor con todo nuestro corazón, aprendamos de Cristo a ser mansos
y humildes para que encontremos
descanso para el alma.
Despertemos nuestras
energías dormidas y seamos
activos, entusiastas y fervientes. La conducta y
el ejemplo, así como las palabras del cristiano, debieran ser tales que despierten en el pecador el deseo de acercarse a la Fuente de vida.
Abramos,
entonces, nuestros corazones a los brillantes rayos del Sol de
justicia. Trabajemos
gozosa y alegremente para nuestro Maestro. Alabémosle, no sólo con nuestras palabras, en la
congregación de los santos, sino también con una
vida bien ordenada y una piadosa
conversación; una vida que
manifieste un esfuerzo cristiano activo y noble.
Seamos
diligentes en asegurar nuestro
llamamiento y nuestra
elección, recordando que al fin triunfaremos si
no nos cansamos de
hacer el bien. Signs of the
Times, 24 de junio de 1886. RJ 360/EGW/MHP 361
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