Porque él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal; me ocultará en lo reservado de su morada; sobre una roca me pondrá en alto. (Salmo 27:5).
El pueblo de
Dios espera con ansia las señales de la
venida de su Rey. Y cuando se les
pregunta a los
centinelas: "¿…Qué de la noche?", se oye la respuesta terminante: "…La
mañana viene, y después la noche…" (Isaías 21:11,12).
La
luz dora las nubes que coronan las cumbres. Pronto su gloria se revelará... Los cielos se encienden con la aurora del día eterno, y cual melodía de cánticos angélicos llegan a sus oídos las palabras: "Manteneos firmes en vuestra fidelidad. Ya
os llega ayuda"...
Nuestro amado
Salvador nos enviará ayuda en el momento
mismo en que la necesitemos. El camino del
cielo quedó consagrado por sus pisadas. Cada espina que hiere nuestros pies hirió también los suyos. El cargó antes que nosotros la cruz que cada uno de nosotros ha de cargar.
El Señor permite
los conflictos a fin de preparar al alma
para la paz. El tiempo de
angustia es una prueba terrible para el pueblo de Dios; pero es el momento en que
todo verdadero creyente debe mirar
hacia arriba a fin de que por la fe pueda ver el arco de la promesa que lo envuelve...
El ojo de Dios, al mirar a
través de las edades, se fijó en la
crisis a la cual tendrá que hacer
frente su pueblo, cuando los poderes
de la tierra se unan contra él.
Como los
desterrados cautivos, temerán morir de
hambre o por la violencia.
Pero el Dios
santo que dividió las aguas del Mar Rojo delante de los israelitas manifestará su gran poder
libertándolos de su cautiverio. "Serán para mí
especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve"
(Malaquías 3:17).
Si la sangre de
los fieles siervos de Cristo fuese entonces derramada, no sería ya, como la
sangre de los mártires, semilla
destinada a dar una cosecha para Dios.
Su fidelidad no sería ya un testimonio para convencer a otros de la verdad, pues los corazones endurecidos han rechazado los llamamientos
de la misericordia hasta que éstos ya no se
dejan oír.
Si los justos
cayesen entonces presa de sus enemigos, sería un triunfo para el príncipe de las tinieblas.
El salmista dice: "Me esconderá en su tabernáculo en el
día del mal; me ocultará en lo reservado
de su morada" (Salmo 27:5).
Cristo ha dicho: "Anda,
pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas; escóndete
un poquito, por un momento, en tanto que pasa la
indignación.
Porque he aquí que
Jehová sale de su lugar para castigar al morador de la
tierra por su maldad contra él" (Isaías 26:20,21).
Gloriosa será la liberación de los que lo han esperado pacientemente y cuyos nombres están escritos en el libro de la vida.
El conflicto de los siglos, págs. 690-692. RJ367/EGW/MHP 368
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