Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria. (2 Corintios 4:17).
Jesús no ofrece a
sus discípulos la esperanza de obtener gloria y riquezas mundanales, ni vivir
sin tribulaciones. Les
presenta el privilegio de andar con su Maestro por senderos de abnegación y vituperio, porque el mundo no
los conoce...
Es
una confederación despiadada, los hombres y los
ángeles malos se
alinearon en orden de batalla contra el Príncipe
de paz. Aunque la compasión divina se
notaba en cada una de sus palabras y
acciones, su
diferencia del mundo provocó una hostilidad amarguísima...
Entre la
justicia y el pecado, el amor y el
odio, la verdad y el
engaño, hay una lucha imposible de
suprimir.
Cuando se
presentan el amor de Cristo y la belleza de su
santidad, se le restan
súbditos al reino de Satanás, y esto
incita al príncipe del mal a resistir...
Siempre que el
hombre procure ponerse en armonía con Dios, sabrá que la
afrenta de la cruz no ha cesado.
Principados, potestades y huestes espirituales de
maldad en las regiones celestes, todos se alistan contra los que
consienten en
obedecer la ley del cielo.
Por eso, en vez de producirles pesar, la persecución debe llenar de alegría a los discípulos de
Cristo; porque es prueba de que
siguen los pasos de su Maestro.
Aunque el
Señor no prometió eximir a su pueblo de tribulación, le prometió algo
mucho mejor, Le dijo:
"Como tus días serán tus fuerzas" (Deuteronomio 33:25)...
Si
somos llamados a entrar en el horno de fuego por amor
de Jesús, El
estará a nuestro lado, así como estuvo con los tres
fieles en Babilonia.
Los que aman a su Redentor se
regocijarán por toda oportunidad de compartir
con El la humillación y el oprobio. El amor que sienten hacia su Señor dulcifica el sufrimiento por su causa...
Siguen a Cristo a través de
conflictos penosos; se niegan a sí mismos
y sufren ásperas desilusiones; pero los dolores
que experimentan les enseñan la
culpabilidad y la desgracia del pecado, al que miran con
aborrecimiento.
Siendo
participantes de los padecimientos de Cristo están destinados a compartir también su gloria.
En santa visión, el profeta vio el triunfo del pueblo de Dios. Dice: "Vi también como un mar de vidrio mezclado con fuego; y a los que habían alcanzado la victoria... en pie sobre el mar de vidrio, con las arpas de Dios. Y cantan el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso" (Apocalipsis 15:2,3).
El discurso maestro de Jesucristo, págs.
28-30. RJ357/EGW/MHP 358
No hay comentarios.:
Publicar un comentario