He aquí, bienaventurado es el hombre a quien Dios castiga; Por tanto, no menosprecies la corrección del Todopoderoso. Porque él es quien hace la llaga, y él la vendará; El hiere, y sus manos curan. En seis tribulaciones te librará, Y en la séptima no te tocará el mal. (Job 5:17-19).
Cuando nos llega
la tribulación, ¡cuántos somos los que pensamos como Jacob!
Imaginamos que es la
mano de un enemigo y luchamos a ciegas en la oscuridad, hasta que se nos agota la fuerza, y
no logramos consuelo ni rescate.
El toque divino al rayar el día fue lo que reveló a
Jacob con quién
estaba luchando: el Ángel del pacto. Lloroso e
impotente, se refugió
en el seno del Amor infinito para recibir la bendición que su alma anhelaba.
Nosotros también necesitamos aprender que las pruebas implican beneficios y que no debemos menospreciar el castigo del Señor ni desmayar
cuando Él Nos
Reprende...
Dios no desea que quedemos abrumados de
tristeza, con el corazón angustiado y quebrantado. Quiere que alcemos los ojos y veamos su rostro amante.
El bendito
Salvador está cerca de muchos cuyos ojos están tan llenos de lágrimas que no pueden percibirlo. Anhela estrechar nuestra mano; desea que lo miremos con fe sencilla y que le permitamos que nos
guíe.
Su
corazón conoce nuestras pesadumbres, aflicciones y pruebas. Nos
ha amado con un amor sempiterno y nos ha rodeado de misericordia.
Podemos apoyar el corazón en Él y meditar a todas horas en su bondad. Él elevará el alma más allá de la tristeza y perplejidad cotidianas, hasta un reino de paz. Piensen en esto, hijos de las penas y del sufrimiento, y regocíjense en la esperanza. "Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe" (1Juan 5:4).
Bienaventurados también los que con Jesús lloran llenos de compasión por las tristezas del mundo y se afligen por
los pecados que se cometen en él y, al llorar, no piensan en sí mismos. Jesús fue Varón de dolores, y
su corazón sufrió una angustia indecible.
Su espíritu fue desgarrado y abrumado por
las transgresiones de los hombres. Trabajó con celo consumidor para
aliviar las necesidades y los pesares de la
humanidad, y
se le agobió el corazón al ver que las multitudes se negaban a venir a Él para obtener la vida.
Todos los que siguen a Cristo
participarán en esta experiencia. Mientras
compartan su amor, tendrán parte
en su doloroso trabajo para salvar a los
perdidos. Comparten los
sufrimientos de Cristo, y
compartirán también la gloria que será
revelada.
Estuvieron unidos con El en su obra, apuraron con Él, la copa del dolor, y participan también de su regocijo... El Señor tiene gracia especial para los que lloran, y hay en ella poder para enternecer los corazones y ganar a las almas.
El discurso maestro de Jesucristo, págs.
15-17. RJ356/EGW/MHP 357
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