Los
Seres Humanos, Entregados Ellos Mismos Al Mal, Tienden A Tratar Duramente A Los Tentados Y
A Los Que Yerran. No Pueden Leer El Corazón; No Conocen Sus
Conflictos Y Sus Penas. Tienen Necesidad De Aprender A Dar La Reprensión Que
Implica Amor, El Golpe que hiere para curar y
la amonestación que
transmite esperanza.
Durante su ministerio, Pedro veló
fielmente por el rebaño encomendado
a su cuidado, y así demostró que era
digno del cometido y la
responsabilidad que el Salvador había
puesto sobre él.
Siempre exaltó a Jesús de Nazaret como la esperanza de Israel y el Salvador de la humanidad. Impuso a su propia vida la disciplina del obrero maestro. Por todos los medios a su alcance procuró educar a los creyentes para el servicio activo. Su piadoso ejemplo y su incansable actividad inspiraron a muchos jóvenes promisorios a entregarse plenamente a la obra del ministerio.
A medida que el
tiempo transcurría, crecía la
influencia del apóstol como educador y dirigente, y aun cuando nunca abandonó la responsabilidad de trabajar
específicamente por los judíos, también dio su
testimonio en muchos países y fortaleció la
fe de multitudes en el Evangelio.
En los
últimos años de su ministerio, Pedro fue
inspirado a escribir a los creyentes "expatriados de la dispersión en el
Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia" (1Pedro 1:1).
Sus
cartas fueron el medio de levantar el
ánimo y fortalecer la fe de los que soportaban pruebas y
aflicciones, y
de estimular a las buenas obras a los que, al pasar por diversas tentaciones, estaban en peligro de perder su confianza en Dios.
Estas cartas demuestran
haber sido escritas por alguien en quien
abundaban tanto los
sufrimientos de Cristo como su
consolación, alguien cuyo ser entero había sido transformado por la gracia de Dios, y cuya esperanza de vida,
eterna era segura e
inconmovible.
En el mismo comienzo de su primera carta el anciano siervo de Dios rindió a su Señor un tributo de alabanza y agradecimiento. "Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo exclamó, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la
resurrección de
Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible" (cap. 1:3,4)...
Con esta esperanza de una herencia segura en la tierra
nueva se
regocijaban los cristianos primitivos aun en tiempos de dura prueba y aflicción. Los
hechos de los apóstoles, págs 425-427. RJ353/EGW/MHP 354
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