Este
es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas
tinieblas en él. (1 Juan 1:5).
Juan no había de proseguir su labor sin grandes
inconvenientes. Satanás no estaba
ocioso. Instigaba a hombres malos a acortar la
vida útil de este hombre
de Dios; pero los ángeles lo protegían de sus asaltos... La iglesia en su peligro necesitaba su
testimonio.
Valiéndose de interpretaciones erróneas y falsedades los emisarios de Satanás habían tratado de suscitar la oposición contra Juan, y contra la doctrina de Cristo.
En consecuencia, disensiones y herejías estaban haciendo peligrar la iglesia. Juan hizo frente a estos errores con firmeza. Interrumpió el
camino de los
adversarios de la verdad.
Escribió y
exhortó en el sentido de que los dirigentes de estas herejías no debían
recibir el menor estímulo.
Hoy en día existen
peligros similares a aquellos que
amenazaron la prosperidad de la iglesia primitiva, y las enseñanzas de los apóstoles sobre estos puntos deben ser claramente escuchadas.
"Debes
tener amor", es el clamor que debe oírse por doquiera, especialmente por parte de aquellos que profesan santificación. Pero el amor es demasiado pobre para
cubrir el pecado inconfeso.
Las
enseñanzas de Juan son importantes para aquellos que viven en medio de los peligros de los últimos días.
Él había estado
íntimamente asociado con Cristo, había escuchado sus
enseñanzas, y había presenciado
sus poderosos milagros. Presentaba un convincente testimonio, que hacía que las falsedades de sus enemigos no
tuvieran ningún efecto.
Juan gozó la bendición de la verdadera santificación. Pero noten, el apóstol no pretende estar sin pecado; busca la perfección al andar en la luz del rostro de Dios.
Testifica que el hombre que profesa conocer a Dios y, sin embargo, quebranta la ley divina, da un mentís a su profesión. "El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él" (1Juan 2:4). En esta época que se jacta de liberalidad, estas palabras son calificadas como fanatismo.
Pero el apóstol enseña que aunque debemos manifestar cortesía cristiana, estamos
autorizados a llamar al
pecado y a los pecadores por sus nombres correctos, pues esto es consecuente con el verdadero amor.
Aunque debemos amar a las almas por las cuales Cristo murió, y trabajar
por su salvación, no debemos
transigir con el pecado.
No hemos de unirnos
con la rebelión, y llamar a esto
amor. Dios exige que su
pueblo en esta época del mundo se mantenga
firme, como Juan en su tiempo, en defensa de lo recto, en oposición a los errores
destructores del alma. La edificación
del carácter, págs. 83-85. RJ355/EGW/MHP 356
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