Y
se sentará para afinar y limpiar la plata; porque limpiará a los hijos de Leví,
los afinará como a oro y como a plata, y traerán a Jehová ofrenda en justicia.
(Malaquías 3:3).
Es difícil para la
naturaleza humana soportar el
proceso refinador; pero solo
mediante su aplicación se
purgará toda la escoria del carácter.
En el horno
de la prueba somos purificados de la
escoria que nos impide reflejar la imagen de Cristo. Dios evalúa cada prueba; El vigila el horno de fuego que
prueba a cada alma.
Mediante la prueba
Dios conduce a sus hijos hacia la
perfecta confianza. "En el mundo tendréis
aflicción", dice Cristo, "pero en mi tendréis paz". Es sólo a través de muchas tribulaciones que entraremos en el reino de Dios...
Sin cruz no hay
corona. ¿Cómo podremos ser fuertes
en el Señor sin ser probados? Para tener fortaleza
física, debemos
ejercitarnos, del mismo modo que para
tener una fe vigorosa debemos ser
colocados en circunstancias en las que
nuestra fe pueda ser probada.
Cada tentación resistida, cada prueba valerosamente soportada, nos da una nueva experiencia y nos hace
progresar en la obra de la
edificación del carácter. Nuestro
Salvador fue probado en todas las áreas, pero Él siempre
triunfó en Dios. Es nuestro
privilegio ser fuertes en el poder de Dios en medio de todas las pruebas y gloriarnos en la
cruz de Cristo.
Por
medio de la aflicción Dios nos revela las manchas que afean nuestros
caracteres, y también nos dice que sólo por su gracia podemos triunfar sobre nuestras faltas.
Se
abren ante
nosotros etapas desconocidas, y comienza la prueba que determinará si
aceptamos o no la reprensión
y el consejo divinos.
No debemos
impacientarnos y lamentarnos cuando
sobrevenga la prueba. Tampoco debemos
rebelarnos ni soltarnos de la mano de Cristo, sino que debemos humillar el alma delante de Dios.
Para el que
desea ver las cosas a la luz de lo que lo
complace, los caminos del Señor son oscuros. Para nuestra naturaleza humana la senda divina resulta sombría y triste. Pero los caminos de Dios son caminos
de misericordia, y su fin es la
salvación.
Elías
No Sabia Lo Que Hacía Cuando Pidió Morir En El Desierto. El Señor Misericordiosamente No Hizo Caso A Su Pedido. Aún había delante de Elías una
gran obra por hacer; y cuando hubiera realizado la tarea, no habría
de perecer desanimado y solo en el desierto.
No
estaba reservado para él descender al polvo de la tierra, sino ascender a la gloria, acompañado por un cortejo de carrozas celestiales que marchaban hacia el trono en
los cielos...
"Bienaventurado es el
hombre a quien Dios castiga... Porque él es quien
hace la llaga, y él la vendará; él hiere, y
sus manos curan" (Job 5:17,18)... Jesús viene con su ministerio
de sanidad para atender a
todo aquel que está abatido.
La vida de
aflicción, de dolor y
de sufrimiento puede ser iluminada por la preciosa manifestación de su presencia. Signs of the Times, 5/02/1902. RJ341/EGW/MHP
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