El que ama la limpieza de corazón, por la gracia de sus labios tendrá la amistad del rey. (Proverbios 22:11).
En la ciudad de
Dios no entrará nada que mancille. Todos los que morarán en ella habrán llegado aquí a ser puros de corazón.
En el que vaya
aprendiendo de Jesús se manifestará creciente repugnancia por los hábitos descuidados, el lenguaje vulgar y los pensamientos impuros. Cuando Cristo viva en el corazón, habrá limpieza y cultura en el pensamiento y en los modales.
Pero las
palabras de Cristo: "Bienaventurados los de limpio corazón" (Mateo
5:8), tienen un significado mucho
más profundo. No se refieren únicamente a los que
son puros según el
concepto del mundo, es decir, están
exentos de sensualidad y concupiscencia, sino a los
que son fieles en los
pensamientos y motivos del alma,
libres del orgullo y del amor
propio; humildes, generosos y como niños...
Para
los corazones que han sido purificados por el Espíritu
Santo al morar éste en ellos todo queda cambiado. Ellos pueden conocer a Dios.
Moisés estaba oculto en la hendidura de la roca cuando se le reveló la gloria del
Señor; del mismo modo, tan sólo cuando estamos escondidos
en Cristo vemos el amor de Dios.
"El que ama
la limpieza de corazón, por la gracia de sus labios tendrá la amistad del
rey". Por la fe lo
contemplamos aquí y ahora. En las
experiencias diarias percibimos su bondad y compasión al
manifestarse su providencia... Los de puro
corazón ven a Dios en un aspecto nuevo y atractivo, como su Redentor,
mientras disciernen la pureza y hermosura de su
carácter, anhelan
reflejar su imagen.
Para ellos es un Padre que anhela abrazar a un hijo arrepentido, y sus corazones rebosan
de alegría indecible y de gloria
plena.
Los
de corazón puro perciben al Creador en las obras de su mano poderosa, en las obras de belleza que
componen el universo.
En
su Palabra escrita ven con mayor claridad aún la revelación de su misericordia, su
bondad y su gracia...
La
hermosura y el encanto de la verdad que no disciernen los sabios del mundo se presentan constantemente a
quienes, movidos por un espíritu sencillo como el
de un niño, desean
conocer y cumplir la voluntad de Dios. Discernimos la verdad cuando llegamos a participar de la naturaleza divina.
Los de limpio
corazón viven como en la presencia de Dios durante los días que Él les concede aquí en la tierra y lo verán cara a cara en el
estado futuro e inmortal, así como Adán cuando
andaba y hablaba con El en el Edén. "Ahora
vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara" (1 Corintios 13:12). -El discurso maestro de Jesucristo, págs.
25-27. RJ370/EGW/MHP 371
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