Porque
no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades,
sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.
(Hebreos 4:15).
Alabado sea
el Señor porque tenemos un Sumo Sacerdote misericordioso y tierno que es
sensible a nuestras flaquezas. No
esperamos descansar aquí. No, no. El camino hacia
el cielo es un camino en el que debemos cargar la cruz; es
una senda recta y angosta, pero avanzaremos con
gozo sabiendo que el Rey de gloria la
transitó antes que nosotros.
No nos
quejaremos de las asperezas del camino, sino que seremos
mansos seguidores de Jesús, siguiendo sus
huellas. Él
fue varón de dolores, experimentado en quebranto. Por nuestro bien se hizo pobre para
que por su pobreza pudiéramos ser enriquecidos. Nos regocijaremos en la
tribulación y recordaremos que la recompensa del galardón "…produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de
gloria" (2Corintios 4:17).
No
adoptaremos pensamientos de murmuración por
causa de las pruebas. Los queridos hijos de Dios siempre las tuvieron, y cada
prueba adecuadamente soportada aquí nos hará más ricos en gloria. Anhelo mi cuota de sufrimiento. Aunque pudiera no iría
al cielo sin padecer
sufrimientos, pues allí vería a Jesús quien sufrió
tanto para comprarnos tan rica herencia;
y también vería a los que
entregaron sus vidas por causa de
la verdad y de Cristo.
No, no. Déjeme [ser] perfeccionado mediante los sufrimientos. Anhelo participar con Cristo de sus
sufrimientos, pues si lo hago sé que
participaré con El en su gloria. Jesús es nuestro modelo. Procuremos que nuestras vidas sean
tan semejantes a
la de Cristo como sea posible.
Mi
Alma Clama Por El Dios Vivo. Mi Ser Entero Anhela Al Señor. ¡Oh, Si Tan Sólo Pudiera Reflejar Más Perfectamente Su Imagen
Amorosa! ¡Oh,
Si Pudiera Consagrarme
Completamente A Él! ¡Oh, Cuán Difícil Le
Es Morir Al Querido Yo!
Podemos, regocijarnos en un Salvador completo; uno que nos salva de todo pecado. Debiéramos decirle a Dios diariamente: "Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí para obrar tanto el querer como el hacer su buena voluntad". A Dios sea la gloria. Sé que mi vida está
escondida con Cristo en Dios.
El velo ha sido levantado.
Contemplé el rico
galardón reservado para los santos. He probado los gozos
del mundo por venir, y me ha llevado a despreciar este mundo.
Mis afectos, mis
intereses, mis esperanzas,
mi todo está en el cielo. Anhelo ver al Rey
en su hermosura; a quien ama mi
alma.
Cielo, dulce cielo. Anhelo allí vivir; y el sólo
pensar cuán cerca está, me hace
impacientar por ver a Cristo aparecer. Alabado sea el Señor por darnos
esperanza de inmortalidad y de vida a
través de Cristo. Carta
9, de 1851. RJ342/EGW/MHP 343
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